Si no se ha leído previamente la sinopsis de Someone else’s conflict, cuando se empieza a leer el prólogo no se sabe en qué guerra, de tantas que han ocurrido, se encuentra uno, por la descripción del ambiente y de las armas se da uno cuenta de que no ha viajado muy lejos en el tiempo, que se trata del siglo XX, y solo la mención de croatas, serbios y bosnios nos traslada a la guerra de finales de ese siglo en la antigua Yugoslavia.
Sin embargo, Someone else’s conflict no es una novela histórica, es una novela con sabor a historia, y es un sabor dulce, escondido, Alison Layland la menciona casi sin darnos cuenta, se percibe, pero hay que estar atento, abrir los cinco sentidos y recordar un poco de historia del instituto o las noticias de aquella época. Así, la autora menciona a Tito[1] como si hubiese hablado de este personaje (real e histórico) desde el principio de su narración.
Alison Layland presenta una historia de amor, una historia de rencillas, una historia en la que la culpabilidad y la redención, el amor y el odio, la venganza y el perdón se dejan ver una y otra vez de la mano de sus personajes. Esta historia se presenta como un rompecabezas cuyas piezas parecen no encajar en un principio, pero cuyos perfiles se van definiendo conforme se avanza en la lectura hasta que los personajes quedan entrelazados unos con otros en equilibrada sintonía. El ritmo del libro va in crescendo, de un piano inicial, que permite respirar, e incluso la distracción momentánea, pasa a un tiempo allegro y presto, el lector no puede dejar de leer y sufre con el destino de los protagonistas, sufre cada herida, cada disgusto, cada grito, y se alegra con cada sonrisa, cada abrazo, cada momento de alivio.
La delicadeza con la que Alison Layland describe los sentimientos, los pensamientos y las sensaciones de cada protagonista es sutil, adictiva y muy real. Describe las vivencias y el proceso interior de Marilyn y de Jay de una manera tan auténtica que parece que es uno mismo el que está viviendo su historia. Alison pone palabras a ese proceso interior tan difícil de exteriorizar, palabras acertadas y adecuadas. ¿Quién no se ha identificado alguna vez con la incredulidad de Marilyn? ¿O con el miedo de Jay?
El tema de la identidad es nuclear en Someone else’s conflict, no solo respecto a un proceso interior, sino también respecto a lo que uno es frente al resto, frente a la sociedad, frente al mundo. Alison plantea la dicotomía inmemorial inherente a toda sociedad: seguir las pautas establecidas sin cuestionamiento alguno u optar por un espíritu crítico, libre, con personalidad propia.
Alison Layland usa el lenguaje (inglés) con maestría, con conocimiento, con seguridad. Demuestra la cara culta de esa lengua germánica tanto como la coloquial, una vez más, en equilibrada sintonía. Su faceta como traductora se deja ver claramente. Explica el significado de palabras extranjeras o del inglés, que los personajes de su historia no comprenden por ser su segunda lengua, y hasta el proceso de aprender una lengua. Además, transcribe los vocablos y topónimos croatas con su grafía de origen. Refleja la forma de hablar de los personajes, el acento marcado del inglés vulgar. Su vasto conocimiento lingüístico es evidente y queda demostrado también con el amplio uso de sinónimos (a lo que el inglés no suele estar acostumbrado), con la alusión de términos franceses y con recursos estilísticos propios de poetas: paralelismos, metáforas, anáforas, enumeraciones y aliteraciones dejan un rastro musical según se leen. Alison eleva el inglés mostrando su riqueza y amplitud de vocabulario y de expresiones más allá del tan extendido slang.
La prosa de Alison Layland se caracteriza por su intensidad y profundidad. Sus frases cortas y simples, con abundancia de yuxtaposición, marcan el dinamismo y el suspense con el que se suceden los hechos, este ritmo rápido concuerda con la situación de incertidumbre, presente desde el inicio y que no desaparece en ningún momento. Sus frases nominales marcan un silencio: la seriedad de lo que acaece.
Alison baila con dos historias, la presente y la pasada, que persigue a la presente sin descanso. Danza con el paisaje y los personajes, el humor del cielo refleja el estado de los personajes, Alison emplea una bellísima adjetivación para describirlos. Sus palabras son pinceladas que van dibujando un bello cuadro impresionista del paisaje de la Inglaterra actual, pero a la vez un cuadro con claroscuros cuyo matiz depende del punto desde el que se mire.
Y aún más, Alison Layland nos traduce culturas. Nos muestra imágenes de la cultura inglesa: sus mercados, su extenso y maravilloso paisaje, el tiempo y sus tormentas, y sus costumbres, como la de tomar té con scones. Y nos recuerda, a través de la guerra en la ex Yugoslavia, las consecuencias de un conflicto de tal calibre, consecuencias no solo económicas y políticas, como puede ser la migración, sino consecuencias personales, traumas que se alargan en el tiempo mucho más allá de la fecha oficial de fin del combate.
Someone else’s conflict es apta para todos los gustos, tiene un poco de aquí y de allá conformando una esencia propia y única: es romántica y realista, de suspense, con tonos policiales, históricos y costumbristas, es íntima.
Mª Carmen de Bernardo Martínez
Para los enamorados y estudiosos de la lengua francesa, La vie extraordinaire d’une chienne nommée Cléo no deja de ser una fuente inagotable de placer en su lectura. La multitud y diversidad de adjetivos y adverbios que emplea Edwige Wilson enriquecen a todos sus lectores, ya sean nativos o que hayan aprendido el francés como lengua extranjera. De ahí que su traducción no sea solo una obligación, sino un reto a fin de mantenerse fiel a su estilo y reflejar el dominio de una lengua, como lo demuestra nuestra autora.
Descripciones del paisaje, de la temperatura del día y de las sensaciones de los personajes se sienten como propias, el lector huele, toca y ve todo lo que les ocurre. Tales descripciones se alternan con excelentes pasajes narrativos y diálogos que, junto a la brevedad de los capítulos, crean un ritmo propio y particular que va in crescendo y que atrapa al lector en sus redes: se parte de una vida rutinaria, y no por ello monótona, en la que los deberes y obligaciones necesarios para la supervivencia están bien aprendidos, para iniciar un camino de búsqueda incesante en el que todas las experiencias vividas son extrañas y nuevas, una búsqueda que no cesará hasta que una perrita llamada Cléo vea cumplida su misión.
La identificación del lector con la protagonista es ineludible. Cléo es un animal muy especial. Por un lado, es un animal, por lo que vive como tal, le gusta comer, jugar, que la acaricien, acurrucarse junto a su protectora, limpiarse, descubrir olores y disfrutar con su esencia. Por otro, es un animal que piensa y que siente como si fuera humano, el lector visualizará a Cléo identificándose en la mirada del animal, haciendo suya la misión que tiene que llevar a cabo, sufriendo cuando su vida parece estar amenazada y suspirando de alivio cuando la perrita se encuentra a salvo y acogida.
Detrás de esta historia de reencarnación, se esconde el deseo de encontrar el sentido a la vida, las razones de la existencia, el porqué de esta forma y no de otra. A lo largo de esta historia de reencarnación se halla el paso de un estado material, donde solo se busca satisfacer las necesidades básicas y predominan los instintos animales, hacia otro espiritual en el que la reflexión, el bien y ayudar al prójimo tienen cabida. Esta historia de reencarnación muestra el ciclo de la vida, reflejado también a lo largo del libro con el paso de las estaciones y el transcurso de los años.
Grâce, quien aparece primero como protectora del animal, se revela sin mucha demora como su guía espiritual y será una figura primordial en su evolución. Cléo la siente al principio como su dueña, aunque siempre ha habido algo más entre ellas, una complicidad que será la indicadora de la unión que existe entre ambas, de la fe y de la confianza mutua que se otorgan. Cléo, que como todo ser pasa por momentos de duda respecto a su guía, y a quien le duele la separación de ella, aprende a crecer por sí sola, a encontrar la fuerza dentro de sí y a ser ella misma, a redescubrirse. Estos momentos de separación, que en ocasiones parecen no tener fin, le permiten crecer como ser único e independiente. Son separaciones momentáneas, pues Grâce nunca la abandonará definitivamente, como buena guía, sabe cuando su pupila debe volar libre. Las palabras de Grâce resuenan en la perrita como una oración, a la que acudir para saber qué camino seguir y, sobre todo, en los momentos de duda. Cléo admira, respeta y quiere a Grâce, a quien añora tremendamente cuando no está.
Cléo pasa por distintas etapas: comienza como animal que es, una perrita en compañía de un grupo de humanos sin techo; luego convive con otros perros, viviendo una fase propiamente canina; cuando de nuevo reinicia su búsqueda y su misión vive con una familia, adaptándose a su vida y aprendiendo cómo viven los humanos; como penúltimo paso, para recibir una educación y un aprendizaje formal, reside una temporada en un convento. Finalmente, llega a su destino. Su evolución muestra la de cualquier ser humano, de manera metafórica y ficticia, y en la que surgen dudas, por lo que busca su lugar de reflexión para ordenarse, encontrarse y reanudar su misión, para encontrar su destino.
Los aspectos ficticios, como algo que no ha ocurrido, que no se ha demostrado y que queda reservado para la fe de los que profesan ciertas creencias, dejan volar la imaginación del lector hasta límites insospechados. El final queda abierto, probablemente el 90 % de los lectores coincidirá en la decisión que la protagonista habría tomado, pero, sabiamente, Wilson lo deja a la voluntad y deseo de cada uno, planteando así lo que podría ser un posible e interesante debate sobre la cuestión de la reencarnación.
Edwige Wilson, con esta novela de ciencia ficción centrada en la evolución espiritual, prueba con creces su versatilidad, pues no solo es recomendable para adolescentes y jóvenes que se identifican con los protagonistas de sus relatos –para ellos héroes–, sino también para aquellos adultos que sepan leer más allá de las tan bien hilvanadas palabras de la autora y que desean descubrir todo un mundo interior inherente al ser humano.
Mª Carmen de Bernardo Martínez